De resaca en el día naZional.
Ni lanzados ni leches, que hoy estamos de resaca. Una resaca jodida y dura, de las de antaño, de las que ya casi ni me acordaba y que me ha venido a la cabeza cuando he abierto el ordenador para ver mi facebook, leer algo de prensa y conectarme un poco con el mundo real. Y es que hoy es día 12 de octubre fiesta naZional y día grande las fiestas del Pilar.
Este día lo paraliza todo, y es que tengo a mis personajes Ciudad de Cristal de la Trilogía de Nueva York sentados, al escritor Quinn reconvertido a detective privado en Paul Auster sentado, seguramente leyendo el periódico porque nadie en esta casa le da coba. Y es que Auster es uno de esos escritores que se reinventa a sí mismo cada día y a cada momento y pasa fácilmente de escritor, persona que escribe, a personaje de uno de sus libros, como Roberto Bolaño, aunque no en sus libros, en Soldados de Salamina, que reinterpreta a un vigilante de camping que recuerda haber convivido con Miralles, el anciano que busca el/la protagonista, según como se mire, o según como se lea.
Auster pasa a ser el detective privado de la trama que encaja dentro del personaje Quinn, y que así le sirve de excusa a éste para investigar el caso que de repente le salta delante de sus ojos sin quererlo.
Pero lo cierto es que Auster, antes de ser personaje de su propia historia, y escritor de sus propios personajes, trabajó en un petrolero, es decir, de cualquier cosa que no fuera la literatura. Y es que acerca de eso es de lo que versa el último de los artículos que publicó el malogrado y desaparecido Félix Romeo titulado “Escribir en el trabajo” en el que hace un repaso de algunas biografías de escritores y de poetas ilustres que han escrito a pesar de trabajar en cosas muy diferentes a la literatura como es el caso de Orwell que fue policía o Bukowski que fue cartero. Dice que García Hortelano era funcionario, Martín Santos era psiquiatra y Juan Benet, ingeniero. Agustín Fernández Mallo físico, Guillermo Martínez, matemático, y Andrés Navarro, arquitecto. Es una pena que tengamos que hablar de Félix Romeo, ya en pasado, con lo joven que era, con lo vivo que estaba, con lo vivo que está. Recordarlo a través de la literatura, de los personajes reconvertidos en escritores que son el realidad, en la trama detectives privados con Auster en La Trilogía de Nueva York, o en las palabras de ese director de cine, amigo suyo, David Trueba, el cual escribe en El País declarando a Félix como un trabajador incansable de las letras, lector empedernido y cito textualmente del artículo de Trueba, “A lo que fue insumiso Félix Romeo, entre otras cosas, fue al abandono del conocimiento y la cultura, a la desidia por los destellos del arte y la inspiración frente a la victoria que fue cobrándose en nuestro país, en sus mejores años, el dinero y el cortejo a la zoquetería”
Creo que desde este sofá resacoso, no se podía dejar de recordar, desde Zaragoza, en un día como hoy, a un aragonés, escritor, periodista e intelectual, si no es desde la propia literatura y desde los personajes de los libros, esos, los reales, los que le han acompañado siempre, como amigos suyos, como compañeros de trabajo, o los de ficción, los de mentira, esos que hoy todavía le hacen seguir estando presente y vivo.