El amor y la guerra, la Guerra Civil son al parecer antagónicos y no compatibles. Sensaciones y emociones que se transmiten desde el principio y que parece que van a convertir al libro en una sucesión de hechos que más que una novela se parecen a un relato costumbrista de telefilme de tardes de entre semana y que página tras página, escena tras escena, emoción tras emoción, no hacen sino narrar la vida que del blanco y negro pasa al color, de una familia de la alta burguesía barcelonesa desde el principio de la guerra hasta el final de la misma (aunque la novela se inmiscuye ya hacia el final hasta los años 80 del siglo pasado)
No hay grandes alardes técnicos, ni guiños a complicados flash backs que se hacen atractivos hoy en día, debido a la innegable influencia que todos tenemos del mundo del cine sino todo lo contrario. Desde el principio de la obra el relato fluye de un modo cuasi lineal, sin artificios, con naturalidad, presentando a los personajes claramente, sin tapujos, fácilmente. El narrador se convierte en narrador en tercera persona, omnisciente. Si no fuera así algunas de las cosas que ocurren en la novela, narradas en primera persona, habrían acabado con la vida de muchos corazones debilitados o desanimados debido a la desgarradora energía narrativa que consigue la autora.
Se nota ya desde el principio la trayectoria poética de la novelista, su impronta de trazadora de versos que se traslada a la novela en forma de descripciones que alejan al narrador omnisciente de una pasiva intervención sin más y que se convierten, en ocasiones, en descripciones, diálogos o acciones de los personajes que nunca te podrían dejar impasible.
Y es que la obra, no solo trata de sensaciones que son las protagonistas por encima de todas las cosas, sino que redescubre la figura histórica de Ramón Mercader un joven comunista que será el ejecutor del líder ruso Trotski en el México de la posguerra. Una historia desconocida, novedosa y compleja que la autora redescubre tras tiempo de investigación.
Son cuatro los personajes que toman el protagonismo por encima de los demás. Mercedes Ramoneda es la hija de la familia de industriales barceloneses que pronto no podrá dejar de disimular su amor por Ramón Mercader, su propio primo hermano del que está enamorada casi en secreto.
Ramón Mercader, es el joven el comunista decidido y apuesto, frío y calculador, presentado incluso con una personalidad oscura, poco clara y difícil.
Valentina Mur es la protagonista de la historia, la mujer que aglutina toda la atención del narrador omnisciente y sobre la cual pivota toda la historia. Todos los sucesos que ocurren a lo largo de la trama se desencadenan a parir de la escena inicial en la que, tras la toma de Barcelona por anarquistas al inicio de la guerra y cuando ni siquiera el comité local gobierna, el convoy que comandan Ramón y Valentina se detiene en la casa de la familia Ramoneda en busca del industrial de las hilaturas. Es justo en ese instante cuando el amor se interpone entre la anarquista Valentina y Arturo, el enfermo hijo de los Ramoneda al que su primo Ramón acaba de tomar prisionero.
Todos los goznes de la trama giran alrededor de este comienzo de la historia, con un Ramón Mercader que trata de desvincularse de los intentos de su familia por conseguir la libertad de su primo, y con una Valentina que ha quedado cautivada, en una primera imagen, de Arturo, el joven poeta enfermo de sensibilidad.
La muerte, la guerra, son prácticamente sinónimos poéticos de un desenlace en el que el amor se aproxima a la muerte tanto que prácticamente se hacen copias exactas de una visión poética que se trasluce a lo largo de toda la obra.
En definitiva, una mirada diferente a la profundidad de los corazones helados de los protagonistas de la historia, a través de un narrador omnisciente y lejos de convencionalismos costumbristas que en buena parte son ficción literaria de una realidad histórica que se da en millones de familias destrozadas por semejante barbarie.
Vídeo Premio Ramón Llull de las letras catalanas para Amor y Guerra.
Algunas veces parece que las cosas son más fáciles y es que la ascensión a Petrechema, en el Valle de Ansó (Linza) es una de esas excursiones que a pesar de que salvan 1010 metros de desnivel, es tan agradecida como hermosa.
Comenzamos la excursión en la explanada del refugio de Linza. El valle, a pesar de ser finales de noviembre está todavía a medo camino entre el marón y el verde. Ya es hora de que lleguen las primeras nieves pero estas parece que todavía se resisten a llegar. Seguramente, ahora, mientras escribo este artículo, una fina capa blanca estará ya llenando la explanada del refugio y las pistas de esquí de fondo; como cada invierno, como cada año.
Y es que el ciclo de la vida se repite, y todos los años vienen inviernos pero ninguno tan extraño como este, que a 26 de noviembre todavía conserva los colores del otoño más acentuados.
La senda se vuelve cómoda y fácil después de salvar las primeras rampas, y dejar detrás el refugio y la imponente pirámide del Txamantxoia o pico Maz hasta llegar al Cubilar de Petrechema, que inicia la subida al collado. Estamos a 1630 metros y los verdes prados de otoño todavía huelen a estiércol de oveja. Hemos recorrido 2 kilómetros y llevamos 28 minutos de caminata. Desde este punto al collado todavía nos queda media hora. A la derecha ya al inicio, hemos dejado la Foya del Inxeniero y el Paso del Onso, pasos naturales también al vecino vale de Lescún y pistas de esquí de fondo en invierno.
El collado de Linza es un punto estratégico en la ruta. Es una maravillosa explanada de la que parte una senda a media ladera. Esa es la senda que tenemos que tomar. El descenso hacia abajo nos precipitaría hacia la Mesa de Los Tres Reyes, prácticamente inexpugnable en estos momentos del año, ya que el intenso frío a esta altura ha hecho que los pocos resquicios de nieve helada que hay, se hayan acumulado en todas y cada una de las rocas del peligroso ascenso. Estamos a 1990 metros de altura y llevamos 1 hora y tres minutos de recorrido. El viento es insoportable y casi ni nos deja comer algo para proseguir el recorrido.
La cima parece fácil y próxima pero cuando el sendero comienza a salir del collado, te sisntes pequeño, allí, después de haber adelantado a un grupo de jóvenes que iban a las cabañas de Lescún en el lado francés.
Es todo tan grande, y tú eres tan diminuto, allí, entre la divisoria de la Mesa de los Tres Reyes y la propia cima de Petrechema, que solo el silencio se ve surcado por una ráfaga de viento que desciende de tres bicicletas de montaña que bajan por la arista de la cresta a toda velocidad, jugándose sus vidas; allí, todos, solos; en medio de la nada.
La cima, después de crestear un buen rato, a demás de viento aguarda un sorpresa bastante increíble; una vista del circo de Lescún y de las Agullas de Ansaberé sencillamente espectacular. En este momento después de 1hora y 50 minutos, estamos a 2420 metros de altura. Las vistas son espectaculares y el cielo está bastante despejado. Ahora solo toca bajar.
Si quieres conocer todos los detalles de la ruta y llevarte una agradable sorpresa pica en el enlace satélite del mapa y en view full workout data del mapa.