domingo, 29 de enero de 2012

Sunset Park o el relato de unas vidas unidas por el filo de una navaja.

Si hay un autor que utilice la coincidencia y la casualidad como herramienta de trabajo, ese es Paul Auster. En Sunset Park, su última publicacion, esta coincidencia y casualidad es de nuevo uno de los motores que rigen las vidas de los personajes y los arrastran en su quehacer diario. Pero esa casualidad que en algunas de sus obras parece casi artificial, como ocurre en Leviatan, aquí parece que se halle integrada en sus vidas, y que por extensión también en las nuestras y en las de todos. Si Miles Heller, no hubiera empujado a Bobby aquel día, de camino por aquella carretera solitaria, después del pinchazo de la furgoneta y aquel coche no hubiera pasado por allí justo en ese instante, seguramente las cosas habrían cambiado y todo sería diferente ahora en la familia Heller y entre los dos hermanastros. Si Bing Nathan, no hubiera estado en aquella excursión adolescente después del instituto en dirección a Catskills y no se hubieran detenido en aquel lago, seguramente no habría visto a Heller desnudo, con el pene erecto después de besuquearse con su novia y no habría experimentado aquella sensación que poco a poco fue ensanchándose para descubrirse a sí mismo en su homosexualidad.

Por último, si Morris Heller, en aquel seminario de la facultad hubiera tomado la iniciativa con aquella chica de Barnard; hubo una fuerte atracción. Si ese pequeño coqueteo se hubiera traducido en un noviazgo, un matrimonio y una vida juntos después, no habría conocido a Mary – Lee su primera mujer y tampoco se habría divorciado y se habría vuelto a casar con Willa no se habría desencadenado el suceso de Bobby, su hijastro, el cual cambió sus vidas para simpre.

En este libro, Auster teje un madeja entre los personajes utilizando un tema interesante y moderno como es el de la crisis económica y sus repercusiones, lo que lleva a los jóvenes Bing Nathan Ellen, Alice y el propio Miles a ocupar una vieja casa abandonada en un deprimido barrio neoyorquino Sunset Park.

Cada uno de los capítulos del libro lleva el nombre de cada uno de los personajes y en cada uno de esos capítulos el autor utiliza la técnica del retroceso o flash back para retroceder en las historias de cada uno, las cuales ya ha presentado de manera hábil en la primera parte de la obra.

El uso del presente de indicativo en la tercera persona es una de las cosas que más descolocan al principio. Parece que ese narrador omnisciente no quiere involucrase demasiado en la trama narrativa de unos personajes que sufren en el día a día para hacerse con el control de sus difíciles y deprimidas vidas. Auster a través de este tiempo de la narración presenta a unos personajes deprimidos en un mundo herido muerte y falto de valores morales. El propio protagonista Miles Heller trabaja en una de esas empresas que vacían las casas después de los desahucios en Florida, lugar de huida escogido por el protagonista para alejarse de una realidad familiar marcada por el divorcio de sus padres, y por la muerte de su hermanastro Bobby.

Hellen, otro de los personajes de Sunset Park, que vive a caballo entre su hobie, pintar cuadros en su tiempo libre, su esquizofenia juvenil y un triste trabajo como vendedora de pisos temporal.

O la propia Alice, que trabaja en una tesis doctoral eterna y que nunca se acaba sobre el cine norteamericano del último siglo, tratando de obtener conclusiones sobre las personas que viven dentro de las películas para así tratar de entender mejor a las personas de este mundo. O Bing, el cual posee una tienda u hospital de cosas antiguas en el que repara cosas viejas en desuso por un puñado de dólares. O Morris, el padre de Miles, editor de libros en su editorial marcada por las pérdidas y la crisis econñomica.

Son todos personajes perdidos cualquiera, personajes, unidos por una leve hilo fino o por el filo de una navaja nen el que sus vidas pende y dependen del desahucio esperado de la policía o de un arrebato de casualidad que haga que sus acciones se decanten hacia un lado o hacia otro. En definitiva como las vidas de todos, como nuestras propias vidas.

martes, 3 de enero de 2012

Ascensión al pico Gratal en Guara. Sensaciones en Sierra de Guara I


Ascensión al pico Gratal. Sensaciones en Sierra de Guara I






La mañana es fría, ventosa, húmeda y gélida justo antes de salir. Hemos aparcado el coche en la hospedería de Arguis, en las inmediaciones de la carretera nacional 330, justo al inicio de las primeras subidas considerables del puerto de Monrepós. El silencio solo es entrecortado por el paso de los coches que rugen furiosos en su intento de aproximarse lo antes posible al anhelo y al deseo del final del recorrido.

La quietud de las aguas de un pantano no hacen que el frio y el viento se detengan, sino que sobrecogen a los corazones helados de muerte y destrucción.

El sendero es evidente y la excursión comienza por una pista fría y heladora que cruza la presa del pantano en su inicio y luego recorre la cara norte de las primeras estribaciones de Guara sin además de que salga el sol, sobrecogido por la quietud sepulcral del pantano de Arguis.

Solo el bosque que aparece a continuación, después de caminar unos veinte minutos, acogedor, salvador de las duras rachas de viento sobrecogedor que después nos espera y dejando a un lado las marcas de un gasoducto que ascienden verticalmente por la montaña sin acordarse de salvaguardar la pendiente.

Descendemos por una fuerte pendiente pedregosa. Llevamos unos 54 minutos de sendero y llevamos un gasoducto bajo nuestros pies. Gratal ya ha aparecido delante de nosotros como un coloso puntiagudo y zoquete que mira impasible el paso del viento.

Ahora ya solo nos queda franquear su tozudez, la de su cabeza y la nuestra, la que hace que disfrutemos de la montaña porque es el lugar en el que nos gusta estar, en el que nos gusta hablar y conversar de todo, a pesar del viento helador, de la humedad congelada que trae el silbido del ausín y la deja sobre los sufridos bojes, a pesar de que el camino zigzaguea por pendientes infranqueables y duras.

Ya solo nos quedan los últimos pasos, los que nos llevarán al abrazo amigo, a sentir que el esfuerzo en compañía de los amigos es el que le da sentido a las cosas del mundo. A que el anhelo y el deseo del ser humano por conseguir cotas infranqueables no tendría ningún sentido sin ese abrazo cariñoso que nos sirve de excusa para celebrar lo conseguido.

Y es que, lo que se ve desde la cima no tiene precio, son el anhelo y el deseo hechos realidad. Es todo lo que se puede desear ver y sentir, solo jodido por el frío del un día desapacible y desangelado. Y eso hace que no se disfrute el final cuando disfrutar del final es sinónimo de conquista fácil.

Somos seres humanos, dejémonos de pamplinas. El frío de la cima es la realidad dura que golpea en nuestras caras y nos hace débiles ante la naturaleza, para que pensemos que lo más importante de todo esto no es sino la compañía, los abrazos y los sentimientos junto a los amigos y seres queridos; mucho más que la conquista de otra cima; a 1610 metros, en la Sierra de Guara.