
Si hay un autor que utilice la coincidencia y la casualidad como herramienta de trabajo, ese es Paul Auster. En Sunset Park, su última publicacion, esta coincidencia y casualidad es de nuevo uno de los motores que rigen las vidas de los personajes y los arrastran en su quehacer diario. Pero esa casualidad que en algunas de sus obras parece casi artificial, como ocurre en Leviatan, aquí parece que se halle integrada en sus vidas, y que por extensión también en las nuestras y en las de todos. Si Miles Heller, no hubiera empujado a Bobby aquel día, de camino por aquella carretera solitaria, después del pinchazo de la furgoneta y aquel coche no hubiera pasado por allí justo en ese instante, seguramente las cosas habrían cambiado y todo sería diferente ahora en la familia Heller y entre los dos hermanastros. Si Bing Nathan, no hubiera estado en aquella excursión adolescente después del instituto en dirección a Catskills y no se hubieran detenido en aquel lago, seguramente no habría visto a Heller desnudo, con el pene erecto después de besuquearse con su novia y no habría experimentado aquella sensación que poco a poco fue ensanchándose para descubrirse a sí mismo en su homosexualidad.
Por último, si Morris Heller, en aquel seminario de la facultad hubiera tomado la iniciativa con aquella chica de Barnard; hubo una fuerte atracción. Si ese pequeño coqueteo se hubiera traducido en un noviazgo, un matrimonio y una vida juntos después, no habría conocido a Mary – Lee su primera mujer y tampoco se habría divorciado y se habría vuelto a casar con Willa no se habría desencadenado el suceso de Bobby, su hijastro, el cual cambió sus vidas para simpre.
En este libro, Auster teje un madeja entre los personajes utilizando un tema interesante y moderno como es el de la crisis económica y sus repercusiones, lo que lleva a los jóvenes Bing Nathan Ellen, Alice y el propio Miles a ocupar una vieja casa abandonada en un deprimido barrio neoyorquino Sunset Park.
Cada uno de los capítulos del libro lleva el nombre de cada uno de los personajes y en cada uno de esos capítulos el autor utiliza la técnica del retroceso o flash back para retroceder en las historias de cada uno, las cuales ya ha presentado de manera hábil en la primera parte de la obra.
El uso del presente de indicativo en la tercera persona es una de las cosas que más descolocan al principio. Parece que ese narrador omnisciente no quiere involucrase demasiado en la trama narrativa de unos personajes que sufren en el día a día para hacerse con el control de sus difíciles y deprimidas vidas. Auster a través de este tiempo de la narración presenta a unos personajes deprimidos en un mundo herido muerte y falto de valores morales. El propio protagonista Miles Heller trabaja en una de esas empresas que vacían las casas después de los desahucios en Florida, lugar de huida escogido por el protagonista para alejarse de una realidad familiar marcada por el divorcio de sus padres, y por la muerte de su hermanastro Bobby.
Hellen, otro de los personajes de Sunset Park, que vive a caballo entre su hobie, pintar cuadros en su tiempo libre, su esquizofenia juvenil y un triste trabajo como vendedora de pisos temporal.
O la propia Alice, que trabaja en una tesis doctoral eterna y que nunca se acaba sobre el cine norteamericano del último siglo, tratando de obtener conclusiones sobre las personas que viven dentro de las películas para así tratar de entender mejor a las personas de este mundo. O Bing, el cual posee una tienda u hospital de cosas antiguas en el que repara cosas viejas en desuso por un puñado de dólares. O Morris, el padre de Miles, editor de libros en su editorial marcada por las pérdidas y la crisis econñomica.
Son todos personajes perdidos cualquiera, personajes, unidos por una leve hilo fino o por el filo de una navaja nen el que sus vidas pende y dependen del desahucio esperado de la policía o de un arrebato de casualidad que haga que sus acciones se decanten hacia un lado o hacia otro. En definitiva como las vidas de todos, como nuestras propias vidas.




